miércoles, 10 de febrero de 2010

“Se necesita verde”


Felipe Lobert, ingeniero de profesión y emprendedor solidario por vocación, habla con Mihuertablog y nos abre las puerta de su productiva fundación.

En tiempos donde el hambre abunda, los niños con desnutrición son una realidad en el “granero del mundo” y el interés propio vale más que el colectivo, gratifica encontrar ONG´s que no se resignan a aceptar el estado actual de las cosas y se inclinan al cambio.


A diferencia del sector privado, donde la competencia puede leerse como una amenaza, “en el sector social es bienvenida”, afirma Felipe Lobert, presidente de la Fundación Huerta Niño. Es que si de aunar esfuerzos se trata, que mejor que todos tiendan al ejercicio del bien común.

La ONG, con sede en Buenos Aires, trabaja desde el año 1999 con el objeto de atender la problemática de la malnutrición y desnutrición infantil en Argentina. Su forma de responder, ante este complejo escenario, es mediante la construcción de huertas e invernaderos en escuelas rurales de bajos recursos.

¿Cuándo surge la idea de desarrollar el proyecto Huerta Niño?

Se inició con un viaje de estudios que hice a los 23 años a Chaco. Allí me encontré con la dura realidad de las escuelas de la provincia. Por aquellos años, a través de los maestros rurales, supe que los chicos no estudiaban porque no comían, y tomaban té de hoja de naranjo para calmar el dolor de estómago que les producía el hambre. Esa misma situación se extrapolaba a todas las escuelas del Chaco.

Una directora me comentó que había intentado hacer una huerta, pero había fracasado. El lugar era una explosión de verde. Frente a esto, me pregunté: ¿cómo existían niños y adultos que se morían de hambre en un vergel? Esa idea me dio vueltas en la cabeza durante muchos años.

¿Por qué ante la necesidad de hambre los afectados no se vuelcan espontáneamente a crear una huerta?

Al principio no podía entender cómo en un sitio donde era tan fácil cultivar, no existían huertas. Pero luego terminé comprendiendo que se debía a la falta de educación.

No todos saben cómo crear una huerta. Nosotros desconocemos dado que no necesitamos de ella para alimentarnos, pero las zonas carenciadas sí. Por eso hay que enseñar a armarlas.

¿Qué aspectos lo llevaron a centrar el programa en las escuelas?

Cuando inicié la idea primero pensaba en focalizarlo en los adultos. Luego me enfoqué en niños y jóvenes. Es muy dificultoso cambiarle el hábito a los mayores, con los chicos resulta más sencillo.

Después, centré el proyecto en las escuelas porque allí los niños están cinco, seis y siete años estudiando. Ese es el periodo que considero necesario para que aprendan a cultivar y comer verde. Otro aspecto importante que brindan las escuelas es que allí concurren absolutamente todos los chicos. Entonces el modelo resultaba muy interesante.

¿Cuándo hace efectiva la idea de Huerta Niño?

Después que terminé el proyecto de mi familia, casa, trabajo y tenía dinero para dedicarme a esto, 30 años después, empecé a llevarlo a cabo. Busqué un socio tecnológico. Fui al INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria) para que me asesoraran; ellos ya contaban con la experiencia y la tecnología de su Plan Pro-Huerta.

El INTA sólo hace difusión e investigación, no crea huertas escolares. No tienen los fondos para ello. Por lo que, si yo disponía del dinero, me propusieron encontrar las escuelas y ocuparse del proyecto.

¿De qué forma interactúan?

El INTA tiene un técnico por cada departamento del país. Los técnicos son originarios de cada lugar y están muy integrados con la gente porque la conocen. La función del INTA es recorrer e ir capacitando a las comunidades. En este transitar, ellos detectan escuelas donde instalar las huertas.

Al comienzo me preocupaba cómo realizar una huerta y lograr que luego subsista. Por suerte, el INTA ya lo estaba resolviendo del modo que yo consideraba apropiado: la huerta debe ser realizada por la comunidad para que ellos se apropien de ella y la cuiden después. Con el INTA aprendí el aspecto comunitario del proyecto.

¿Dónde se ubicó la primera huerta?

Se realizó en Chaco, dado que mi peluquero es oriundo de allí y nos sugirió comenzar por ese lugar. Al llegar me cuestioné qué podría realizarse debido a la complejidad del territorio, qué era semiárido, salado y seco. Más allá de estos obstáculos, con la ayuda de los técnicos y la utilización de la tecnología, se realizó una hermosa huerta.
Luego de 10 años regresé y la huerta está fantástica. Es un placer ver el trabajo realizado.

¿Qué dificultades encuentra en el trabajo comunitario?

Lo complejo es encontrar comunidades que quieran y puedan realizar un proyecto por 10 meses. A través de Huerta Niño se busca que gente desfavorecida, que vive en condiciones precarias, tenga la capacidad de unirse para hacer un proyecto en conjunto. Es complicado, pero puede realizarse.

Por ejemplo, en una escuela de Salta un maestro escuchó que tres padres decían “nosotros también podemos hacer un proyecto”. Esto es muy importante. La huerta había sentado las bases de la organización y el desarrollo de un propósito, lo que sirvió de motivación para que los hombres de la comunidad pudiesen emprender un emprendimiento propio.

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