por Camilo Vazquez
No digo que todos ni la inmensa mayoría, pero algunos. Y no me refiero a la idiotez insolente de la juventud que anda entre una marca de ropa y otra, entrando y saliendo de los centros comerciales como de los boliches y las ferias de fin de semana pululando por ahí sin comprar nada. Hablo, ahora sí, del inmenso daño que ha provocado la nueva era en las consciencias de todos sobre qué cosas son las que en verdad importan y se proyectan en el otro con ahínco.
Una vez alguien me habló de la Sociedad Cordial y lo miré con la misma incredulidad con la cual fui testigo de los grandes cambios a mi alrededor (que iban alterando mi percepción sobre la realidad real de las cosas). Un amigo, o más que un amigo diría yo un aliado. De esos compañeros que se encuentran en circunstancias completamente insospechadas.
Los tan vapuleados valores cobran vida en nuestras huertas, porque sólo se puede lograr el éxito siguiendo los dogmas de la vieja escuela que dieron origen a nuestra cultura agrícola. Son doscientos años de historia que no son alterados por la globalización ni mucho menos por el avance de la tecnología que, como caso probado de su impacto negativo, tenemos un mundo que exige menos sofisticación y más entrega de nuestro tiempo y esfuerzo combinados.
Justamente el gran error de creer que con tecnología íbamos a evitar el sudor en nuestras frentes, hoy hemos logrado que el mundo muera poquito a poco y día tras día. Pero hay esperanzas, siempre las hay. Huerta Niño es una alternativa organizada en una Sociedad Mundial que desde hace décadas vela por los intereses del suelo que pisamos y pisaremos. Les deseo a todos y cada uno de ustedes, que nada los detenga a seguir caminándolo.
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