“Un día el chancho se cansó de esperar que el granjero trajera su alimento. Vio el tejido de alambres medio desvencijado y, un poco por ignorancia y otro por miedo, se quedó en su sitio. Al advertir que ésta no se cerraría a menos que alguien lo hiciera por él, se acostó desolado”. Lo que me lleva a la siguiente reflexión: ¿qué ha hecho el corral por el chancho que éste lo necesita herméticamente cerrado?
Para el chancho, el mundo es el propio corral (que ni siquiera es suyo). La única motivación que lo mueve a alimentarse es la idea de la perpetuidad. El chancho quiere seguir viviendo. Lamentable para él, que no es su propia voluntad la que decide el final de sus días, sino la de quien lo alimenta. Hay un grado de culpabilidad en el chancho, claro. Como también la hay en sus primos asociados por la infame frase, es decir, nosotros.
Huerta Niño no juzga sino sentencia sobre un tema particular íntimamente relacionado con esta relación entre el alimentador – alimentado. No da de comer en la boca como supone el viejo paradigma; en cambio, da qué comer. Amplía el menú creando nuevas recetas.
Y en su afán por ir un poco más allá, además sienta las bases necesarias para seguir viviendo que todo el que aspira a la felicidad necesita para alcanzarla Huerta Niño da tiempo. Da tiempo para alcanzar la madurez física y emocional de muchos argentinos alimentando generaciones. Da tiempo para que otros puedan desarrollar afectos, amores, relaciones.
Como bien dice su leit motiv, “con una semilla nunca más tendrá hambre”. ¿Se necesita de algo más? Es tan simple que da miedo. La noción creada de riqueza en base a la adquisición voraz de “cosas” no habla mal del sistema, habla mal de la raza humana.
Decir que la pobreza es la contraposición definitiva de la riqueza es no ver el panorama completo. Para mí, la pobreza es creer que teniendo algo más que el otro construye mayor felicidad. Si no, abramos los ojos y reflejémonos en la mirada del otro para darnos cuenta que la vida feliz está compuesta por un número indefinido de instantes felices y no de “cosas” caras de ultimísima necesidad. La inmensa mayoría no lo alcanza y nada de eso nos impide dar gracias a la vida por habernos dado tanto en tan poco tiempo.